sábado, 2 de enero de 2010

Era una tarde fabulosa, vamos a la playa escuche; y pensé vámonos espere tanto tiempo tenerlos cerca que no pensé siquiera que mi carro estaba a punto de caerse en pedazos. Ese día fue maravilloso y pasamos una tarde que nunca olvidare, de regreso empezó a llover repentinamente, era una tormenta, y cuando me di cuenta íbamos a medio camino y no podía dar marcha atrás, era un carro compacto del año 1997 no traía buenas llantas para ese clima, el vidrio del lado del piloto no subía y los limpiaparabrisas no servían muy bien así que no me permitía ver bien la carretera, mi niña tenía 2 años estaba asustada y cansada, me lloraba al oído sin parar, le dije a Alfredo (mi sobrino) ayúdame a ver tu dime por donde irme, atrás de nosotros nos seguía mi hermano en su camioneta. Le di sin meter freno y llegando a la ciudad los charcos de las avenidas le llegaban a media puerta de mi pobre carrito, yo solo pensé; no me voy a detener porque si se mata el carro y no volverá a encender…. Así seguí hasta llegar a la casa y cuando lo hicimos bajamos y casi besamos el piso, fue una verdadera aventura manejar bajo tanta presión.

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